martes, 14 de marzo de 2017


“LA ESCULTURA DE MIGUEL ÁNGEL

Ensalzado a la categoría de mito universal y tenido por el más grande creador de todos los tiempos, la personalidad escultórica de Miguel Ángel eclipsa a sus contemporáneos, de tal modo que bastaría con estudiar su obra para comprender la evolución de la escultura del siglo XVI en su totalidad. Con su atención al cuerpo humano y su tendencia a la sublimación de las formas, Miguel Ángel fue el principal promotor de la visión heroica del hombre, fundamento del clasicismo romano y punto de partida de la escultura posterior. La variedad de las pasiones es expresada por medio de los cuerpos en movimiento, los cuales, una vez despojadas sus formas de todo residuo imperfecto, alcanzan una especie de glorificación a través de la fe; quizá por ello la escultura fue siempre para Miguel Ángel el arte supremo, pues le permitía efectivamente extraer de la materia la "idea" latente, desprendiéndola, guiado por su intuición, del tosco bloque de mármol.
Miguel Ángel contaba veinticinco años cuando empezó la fase clásica del Renacimiento y cincuenta cuando terminó, lo cual significa que vivió casi cuarenta años más en el período siguiente. Las grandes obras del primer cuarto del siglo, como la primera Piedad, el David o el Moisés, son consecuentes con las concepciones clásicas, aunque su carácter no estuviera muy de acuerdo con ellas. Algunas esculturas del sepulcro de Julio II, las de las tumbas de los Médicis y especialmente las últimas representaciones de la Virgen y Cristo (como la Pietà Rondanini) forman parte de una estética diferente en la que predominan los elementos no clásicos de su talento. Por tanto, de ser uno de los forjadores del clasicismo pasó a convertirse, paradójicamente, en símbolo de la rebelión manierista y en patrón de los movimientos anticlásicos.
(Hodson, 2000)


Algunas de sus obras fueron:



ü  El David

ü  Piedad del Vaticano


ü  Moisés de Miguel Ángel

ü  Baco


ü  Cupido Durmiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario