martes, 14 de marzo de 2017



Cuando en 1516 recibió su primer encargo arquitectónico, Michelangelo Buonarroti había cincelado estatuas como el David y pintado los frescos de la Capilla Sixtina; era ya, pues, un artista célebre. El papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, confiaba ciegamente en su talento y le encomendó un proyecto para la fachada de la iglesia florentina de San Lorenzo, templo familiar de los Médicis.

La maqueta y los dibujos conservados revelan que Miguel Ángel siguió un diseño anterior de Giuliano da Sangallo, pero enriqueciéndolo con un extenso programa escultórico de dieciocho estatuas con las que pretendía situar esta obra al nivel de las exuberantes portadas del gótico. Una vez más, intentaba representar un universo donde el cuerpo humano y el marco arquitectónico apareciesen indisolublemente unidos, tal y como había previsto antes para la tumba de Julio II y logrado con los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina.
(De Angelis d´Ossat, 1978)

Algunas de sus obras fueron:



·         La Reformulación de Normas Clásicas

·         La Biblioteca Laurenziana
·         La Introducción del orden Colosal

·         Innovaciones Audaces

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