martes, 14 de marzo de 2017



Cuando en 1516 recibió su primer encargo arquitectónico, Michelangelo Buonarroti había cincelado estatuas como el David y pintado los frescos de la Capilla Sixtina; era ya, pues, un artista célebre. El papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, confiaba ciegamente en su talento y le encomendó un proyecto para la fachada de la iglesia florentina de San Lorenzo, templo familiar de los Médicis.

La maqueta y los dibujos conservados revelan que Miguel Ángel siguió un diseño anterior de Giuliano da Sangallo, pero enriqueciéndolo con un extenso programa escultórico de dieciocho estatuas con las que pretendía situar esta obra al nivel de las exuberantes portadas del gótico. Una vez más, intentaba representar un universo donde el cuerpo humano y el marco arquitectónico apareciesen indisolublemente unidos, tal y como había previsto antes para la tumba de Julio II y logrado con los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina.
(De Angelis d´Ossat, 1978)

Algunas de sus obras fueron:



·         La Reformulación de Normas Clásicas

·         La Biblioteca Laurenziana
·         La Introducción del orden Colosal

·         Innovaciones Audaces


“LA PINTURA DE MIGUEL ÁNGEL”


Miguel Ángel no amaba demasiado la pintura, o al menos no la prefería sobre las demás artes, pues la escultura tenía para él primacía absoluta. Sin embargo, su obra pictórica tiene una importancia tan considerable como sus trabajos escultóricos y arquitectónicos, a pesar de ser discontinua en el tiempo y de deberse más a la voluntad o imposición de otros que a su libre iniciativa. Hay que tener en cuenta, además, que su primer aprendizaje fue en el ámbito de la pintura: tras una inicial resistencia, su padre accedió a colocarlo en el taller de Ghirlandaio en abril de 1488, cuando tan sólo contaba trece años.

Los testimonios más antiguos de esta primera actividad son tres dibujos a pluma, copias de detalles de los frescos de Giotto en la iglesia de Santa Croce y de Masaccio en el Carmine. Mucho antes de cumplirse el período durante el cual debía permanecer con Ghirlandaio, el muchacho encontró su verdadera escuela y sus auténticos maestros en el jardín mediceo de San Marcos, donde empezó a esculpir bajo la atenta dirección de Bertoldo di Giovanni; muy pronto, su enorme talento plástico iba a sorprender a sus contemporáneos.

El artista abandonó Florencia tras la muerte de Lorenzo de Médicis en 1492, viajó a Venecia, residió durante un año en Bolonia y, en 1496, se trasladó a Roma invitado por el cardenal Riario. No se conservan pinturas suyas de esta etapa de peregrinación, y hay que esperar hasta 1501, cuando regresa por primera vez a Florencia, para encontrar algún rastro de su actividad fuera del mundo de la escultura. En la capital toscana pudo admirar el cartón de Santa Ana de Leonardo da Vinci expuesto en el convento de la Annunziata, y en él se inspiró para confeccionar dos dibujos (uno en Oxford y el otro en el Museo del Louvre, París) en los cuales afrontaba el mismo problema compositivo, consistente en formar una unidad con tres figuras.
(Prieto & Tello, 2008)

Algunas de sus Obras fueron:



v  La Sagrada Familia 

v  La Capilla Sixtina

v  ElJuicio Final

v  El Santo Entierro





“LA ESCULTURA DE MIGUEL ÁNGEL

Ensalzado a la categoría de mito universal y tenido por el más grande creador de todos los tiempos, la personalidad escultórica de Miguel Ángel eclipsa a sus contemporáneos, de tal modo que bastaría con estudiar su obra para comprender la evolución de la escultura del siglo XVI en su totalidad. Con su atención al cuerpo humano y su tendencia a la sublimación de las formas, Miguel Ángel fue el principal promotor de la visión heroica del hombre, fundamento del clasicismo romano y punto de partida de la escultura posterior. La variedad de las pasiones es expresada por medio de los cuerpos en movimiento, los cuales, una vez despojadas sus formas de todo residuo imperfecto, alcanzan una especie de glorificación a través de la fe; quizá por ello la escultura fue siempre para Miguel Ángel el arte supremo, pues le permitía efectivamente extraer de la materia la "idea" latente, desprendiéndola, guiado por su intuición, del tosco bloque de mármol.
Miguel Ángel contaba veinticinco años cuando empezó la fase clásica del Renacimiento y cincuenta cuando terminó, lo cual significa que vivió casi cuarenta años más en el período siguiente. Las grandes obras del primer cuarto del siglo, como la primera Piedad, el David o el Moisés, son consecuentes con las concepciones clásicas, aunque su carácter no estuviera muy de acuerdo con ellas. Algunas esculturas del sepulcro de Julio II, las de las tumbas de los Médicis y especialmente las últimas representaciones de la Virgen y Cristo (como la Pietà Rondanini) forman parte de una estética diferente en la que predominan los elementos no clásicos de su talento. Por tanto, de ser uno de los forjadores del clasicismo pasó a convertirse, paradójicamente, en símbolo de la rebelión manierista y en patrón de los movimientos anticlásicos.
(Hodson, 2000)


Algunas de sus obras fueron:



ü  El David

ü  Piedad del Vaticano


ü  Moisés de Miguel Ángel

ü  Baco


ü  Cupido Durmiente

MIGUEL ÁNGEL



Nació el 6 de marzo de 1475, en Caprese, una villa de la Toscana cerca de Arezzo. Fue el segundo de cinco hijos varones de Ludovico di Leonardo Buonarroti di Simoni y de Francesca di Neri del Miniato di Siena. Su madre murió en 1481, cuando Miguel Ángel contaba con seis años. La familia Buonarroti Simoni vivía en Florencia desde hacía más de trescientos años y habían pertenecido al partido de los güelfos; muchos de ellos habían ocupado cargos públicos. La decadencia económica empezó con el abuelo del artista, y su padre, que había fracasado en el intento de mantener la posición social de la familia, vivía de trabajos gubernamentales ocasionales, como el de corregidor de Caprese en la época en que nació Miguel Ángel. Regresaron a Florencia, donde vivían de unas pequeñas rentas procedentes de una cantera de mármol y una pequeña finca que tenían en Settignano, pueblo donde Miguel Ángel había vivido durante la larga enfermedad y muerte de su madre; allí quedó al cuidado de la familia de un picapedrero. Siendo en esto parangonable a otro genio polifacético de su época, Leonardo da Vinci. Durante su larga vida amasó grandes riquezas, pero era sobrio en extremo, incluso avaro, y jamás disfrutó de sus bienes. Si Hipócrates afirmó que el hombre es todo él enfermedad, Miguel Ángel encarnó su máxima fiel y exageradamente, pues no hubo día que no asegurase padecer una u otra dolencia.
Quizás por ello su existencia fue una continua lucha, un esfuerzo desesperado por no ceder ante los hombres ni ante las circunstancias. Acostumbraba a decir en sus últimos días que para él la vida había sido una batalla constante contra la muerte. Fue una batalla de casi noventa años, una lucha incruenta cuyo resultado no fueron ruinas y cadáveres, sino algunas de las más bellas y grandiosas obras de arte que la humanidad afortunadamente ha conocido.





 
Cuadro de texto: Miguel Ángel fue un hombre solitario, iracundo y soberbio, desgarrado por sus pasiones y su genio. Dominó las cuatro nobles artes que solicitaron de su talento: la escultura, la pintura, la arquitectura y la poesía.


ÍNDICE




      El David.. 1
      El Baco.. 4
      Referencias. 8





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